19 jul 2015

 Por: Felipe Cortés              (Querer tener siempre razón)
Dentro de nuestra vida cotidiana y de nuestras conductas habituales, una de las más frecuentes -y de las cuales solemos renegar- es la de nuestra adicción a querer tener siempre la razón.
Ya sea para sentirnos seguros o para tener el control de la situación, el querer sentirnos siempre con la verdad o la opinión acertada no es más que un intenso miedo enraizado dentro de nosotros.  Nuestro ego suele ser nuestra mejor arma de defensa cuando nos vemos en medio de una situación cuyo resultado implica el expresar emociones profundas, que para nosotros mismos puedan constituir signos de debilidad, que mermen la imagen que hemos construido y proyectado hacia afuera, con mucho esfuerzo en ocasiones.
Es importante atender a este tipo de reacciones en nuestro día a día, ya sea en las interacciones que tengamos con nuestros pares, superiores, subalternos o en otras veredas -especialmente en tiempos donde las interacciones virtuales han redefinido la forma que tenemos de comunicarnos. Si notamos que necesitamos decirle al mundo “Yo soy sumamente importante e inteligente” para validar nuestro status en el área en la que nos encontremos en esos momentos, a costa de querer cerrar siempre las conversaciones o temas, o sin dejar que una conversación o discusión tenga un respiro, o sin pedir disculpas ni reconocer cuando uno se equivoca.
Todos estos vicios de comportamiento nos afectan siempre, ya sea a mediano o largo plazo. La cáscara de seguridad con la que nos escudamos suele ser sumamente débil, y es por ello que es necesario atender a lo que pasa dentro de nosotros y trabajarlo para nuestro crecimiento. Algunos aspectos son los siguientes:
1). Reconocer que tenemos ese comportamiento vicioso: Nos gusta salir siempre “victoriosos” luego de una discusión? No solemos reconocer nuestras equivocaciones y no enmendamos situaciones? Tenemos poco sentido de colaboración y solo pensamos en nuestra propia gratificación? Reconocer este tipo de conductas habituales es clave para hacer una pausa y ver qué aspecto trabajar en nosotros.
2) Menos ego, más colaboración: El ego es miedo enfrascado y que no nos permite crecer, ya que nos hace permanecer en las mismas cajas mentales de limitación y de sensación de poder y control es bastante ínfimo. En este mundo en que vivimos, se hace esencial el poder construir nuestra vida en torno a un “yo colaborativo” más que un “yo controlador”. Es ahí donde recae la gran diferencia.
3) Aceptar que somos seres humanos: Los seres humanos solemos cometer muchos errores y, por lo mismo, debemos permitirnos el equivocarnos, pedir disculpas si hemos ofendido a alguien o hemos dicho o hecho algo que, en realidad, no quisimos, y, finalmente, mover esa energía. La forma de crecer es, justamente, permitírnoslo porque esa es nuestra intención y la herramienta que nos ha de fortalecer cada día para actuar con más calma, claridad y templanza.
Tener siempre la razón es una conducta inherente a nosotros cuando nos sentimos poco seguros de nosotros mismos. Aprender a cultivar nuestra seguridad, apertura y nuestro status de seres humanos puede marcar una enorme diferencia para con nuestras interacciones frecuentes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario