La soledad sonora
"¿Desdeña el solitario a aquellos de quienes se separa? ¿Busca aquí sólo su propia explicación, su paz propia, el retorcido placer del que no arriesga nada y nada pierde?
Exactamente para lo contrario ha subido hasta aquí. Para olvidarse de la parte de sí mismo que lo distrajo a menudo entre los otros. No volverá a mezclarse.
Antes procuraba el querido aislamiento; ahora, con los ojos de par en par y el paso firme, avanza por una ancha avenida vacía. ¿Por generosidad, por solidaridad?
No, no sólo por eso. El solitario cree cumplir su destino de este modo: con los alegres, con los tristes, con la queja de los decepcionados. Pero desde aquí ya, desde si mismo ya. Sin aguardar la compensación _tan frágil_ de las manos extrañas, de los aplausos, del agradecimiento. Porque no lo merece. Nadie merece nada por cumplir su destino.
La noche cae. Y la temperatura. Desde el jardín asciende una perfumada humedad. El solitario se estremece. Es luna nueva. El cielo, duro y brillante, nada dice. Las librerías recargadas nada dicen. El corazón nada dice tampoco. No está apenado, ni dichoso, el solitario... Por que no sabe qué resquicios, el exterior se introduce, y le llega suavizado y preciso. Él lo recibe como a cada uno de sus invitados al jardín: le habla, o mejor, lo oye hablar, le sonríe y lo despide...Y así llegará, día a día, la hora de la cena. El solitario piensa que quizá otros, por dentro o por fuera _quién sabe _ estuvieron mejor acompañados. Hasta San Juan de Cruz, tuvo "La música callada / la soledad sonora/ la cena que recrea y enamora"
El solitario, cuando den las diez, bajará a cenar sólo"
Antonio Gala
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